Un disparate
Como veníamos denunciando desde que ésta operativa se había hecho «costumbre», las autoridades del Hipódromo de San Isidro volvieron a «hacer de las suyas» en la reunión del pasado Domingo 27 de Diciembre, y cambiaron las condiciones de las carreras, pasando muchas de ellas de pista de césped —como programado originariamente—, a pista de arena.
Así en la 4ta, de los 1200m en diagonal de césped se pasó a 1200m de arena con codo. Idéntica modificación sucedió con la 5ta y la 11ra. En tanto la 6ta, la 7ma y la 15ta, pasaron a la milla, a 1800, y a 1400 metros, todas en la arena, respectivamente.
Los argumentos que se esgrimen son conocidos. Seguridad de jóckeys y ejemplares. Han determinado que no se puede correr más en pista de césped pesada (y hasta en la húmeda tampoco!).
Lo contradictorio del caso fue que en la misma reunión se corrió en pista de césped, lógicamente, en todas las de recta; y tambien en la 8va, sobre 1400m con codo, y en la 12da, el «Clásico Orange» para igual distancia. Claro que se podrá decir que justamente se pudieron mantener las condiciones de esas carreras porque se «preservó» la pista de césped con las decisiones de cambio tomadas. Pero de 15 carreras del Domingo en San Isidro (una se corría en Rosario), 8 se corrieron en césped, quiere decir que los 600m finales de la pista de césped fueron recorridos por numerosos ejemplares en 8 oportunidades. Me pregunto, en ese tramo ¿no se produjeron «pozos» ni «reventaron hormigueros»? Siguiendo con los razonamientos que se esgrimen, ¿en qué condiciones de seguridad se disputó la última carrera del día sobre 1000m de césped con recta después de haber sido «pisoteada» previamente siete veces?
Antes de que la pista auxiliar de arena existiera (se inauguró a fines de 1994), obviamente, no se podían hacer éstas modificaciones. ¿Y entonces que sucedía? ¡No sucedía nada! Porque el Turf no dejaba de ser un deporte en dónde se debían superar las adversidades «naturales» y, tanto los caballos, como los jóckeys, se adaptaban a las condiciones existentes y lo seguirían haciendo de no mediar estas decisiones de «escritorio» que lo único que hacen es «borrar de un plumazo» la chance de muchos ejemplares, defraudando tanto al público apostador, como a entrenadores y propietarios. Si la cuestión pasa por la seguridad de jóckeys y caballos. ¡Hay tanto que se puede hacer! Empiecen por revisar las sanciones por dóping y otras violaciones y observen cómo se comportan los jóckeys en todo el desarrollo de una carrera, no sólo en los metros finales y a los puestos rentados. Pero eso es tema para otro artículo.
¿Quién piensa en el público apostador? ¿De qué vale comprar las revistas especializadas, analizar exaustivamente las tabuladas de todos los competidores de una carrera, tener presente los ejemplares «barreros», etc. etc., si después, cuando uno llega al hipódromo se entera que todos las especulaciones que pudo haber hecho «se van al diablo», no porque haya llovido, ya que la lluvia es una variable más que el «burrero» sabrá ponderar, sino porque desde las autoridades se cambia de pista, de trazado y, cuando no, hasta de tiro? Y no es lo mismo. Se sabe que salvo ejemplares de probada calidad, la mayoría no rinde igual en el césped que en la arena. No rinde igual en carreras de codo —porque no «doblan»—, que en diagonal o de recta. No es lo mismo un número de mandil 1 para la diagonal de césped, que el mismo partidor para una carrera con codo. No es lo mismo un «barrero» de buenos antecedentes en el césped pesado, que un «barrero», de buenos antecedentes en la pesada de arena. Etc. Etc. Y no alcanza con avisar de éstas moficaciones un par de horas antes de disputadas las carreras. Después ya no hay tiempo. Y todo lo escrito, lo dicho, y lo pensado, va a parar a «la papelera de reciclaje». Y los boletos, al piso, como «papel picado».
En orden de recaudar, el mensaje que se transmite es que el Turf, es un «juego de azar». Entonces, se pueden realizar todas las modificaciones que se consideren necesarias y «sobre la marcha» porque total, el resultado es aleatorio. Total, el «burrero» —piensan—, es aquél que le juega «hasta las patentes de los autos». Ese viejo estigma del burrero como «jugador empedernido» que las autoridades, lejos de contribuir a desterrar en pos de atraer a jóvenes generaciones, contribuyen a agigantar. El paradigma del Turf como «escolazo puro». Tragamonedas (denominadas «slots» en el discurso oficial, para que «no se avive la gilada») o no mediante.
Pero es justo decir también que éstos cambios de pista imprevistos y discrecionales, de los que las autoridades de San Isidro han venido últimamente haciendo «uso y abuso», les han traído remordimientos de conciencia, en el mejor de los casos. Tal es así que hoy sale publicado en el Diario La Nación, lo siguiente:
En San Isidro. Con criterio definido: Las autoridades del hipódromo de San Isidro anticiparon cómo resolverán los cambios de terreno cuando la pista de césped se encuentre húmeda o pesada. Desde el 1° de enero, los cotejos para ejemplares desde los 4 años programados en un kilómetro pasarán a la cancha de arena, en 1100 metros, criterio que podría aplicarse también con algunas pruebas para perdedores de 3 años, como sucedió en la jornada de ayer. Además, en caso de ratificarse doce o más caballos en las pruebas de 1100 metros, pasará a correrse en 1200, por razones de seguridad.
El mismo «desaguisado», pero como titula La Nación en ésta nota: «Con criterio definido». Cuando Palermo inaugure su proyectada pista de césped... ¿tendremos éste mismo problema por partida doble?
Por todo lo expuesto, desde éste humilde medio se les dice «No a los cambios de pista». Pero la cuestión de fondo es mucho más importante que ésto. «No a ningún cambio de las condiciones de las carreras programadas oficialmente». Si tienen que suspender una reunión por inundación, temporal, etc. etc. Suspéndala y hagan un nuevo llamado. Pero no jueguen con la «paciencia» del público apostador.
Personalmente, ya lo tengo decidido. De aquí en más, carrera que difiera de las condiciones originales publicadas en el programa oficial, será carrera en la que no realizaré apuesta alguna. Que me ganen en la pista, lo acepto. Como también acepto «provisionalmente» y «entre comillas» la efectividad y razonabilidad de los controles y sanciones por dóping y por el desempeño de jóckeys y cuidadores. Los cuestiono, pero he aprendido a convivir como cualquier aficionado del Turf, con estas «maniobras». Pero que me hagan perder directamente por una decisión burocrática tomada poco antes de una carrera. Eso sí que no.
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